La Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica de Marín (Pontevedra) celebra todos los años un acto en recuerdo y homenaje de los seis marinenses fusilados por el franquismo el 31 de diciembre de 1936. En esta ocasión la Asociación invitó como orador al secretario del Sindicato Único de Trabajadores «Solidaridad Obrera» de Pontevedra de la CGT, Miguel Ángel Cuña.
Reproducimos las palabras dichas por nuestro compañero durante el acto, ante cerca de 200 asistentes pese a lo desapacible de la jornada y la fuerte lluvia que caía. Una vez finalizado el discurso y tras cantar el himno a la libertad de Labordeta, tuvo lugar la ofrenda floral ante el monumento que rememora estos hechos.


Palabras pronunciadas por el secretario de CGT-Pontevedra: Antes de nada quisiera agradecer a la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica de Marín, a su junta directiva y a su presidenta, Enriqueta Otero, el honor inmerecido de poder estar hoy aquí y evocar ante ustedes, en la figura de seis marinenses asesinados el 31 de diciembre de 1936, la dignidad y la memoria de todas las víctimas del golpe de estado militar y la dictadura franquista, que tanto y por tanto tiempo logró humillar este país nuestro.
Personalmente carezco de cualquier virtud o título útil que me haga merecedor de la invitación recibida. No soy historiador, ni sociólogo, ni investigador, ni juez, ni cronista. Solo soy un profesor jubilado, biólogo y, si acaso, militante desde muy joven, cuando todavía la dictadura franquista estaba en vigor, de alguno de los movimientos sociales que, además de ser uno de los enfrentados y perseguidos por el franquismo, estaba fuertemente implantado en Marín y en toda la comarca del Morrazo. Además, considero que la verdad, como la libertad, pueden ser defendidas, buscadas y amadas como los bienes más preciados, pero nunca jamás poseídas. Quien se pretenda dueño de la libertad o de su llave, necesariamente deviene en carcelero y la libertad yacerá prisionera dentro de las celdas, tal como tantas veces ocurrió bajo la Dictadura. Y si alguien pretende poseer la verdad y dictarla, necesariamente él deviene en tirano y dogmático, y las verdades estarán entonces en el lugar de la desobediencia.
Por tanto, si cabe, mi única justificación para asumir la honrosa responsabilidad de dirigirme a ustedes en este acto, es el hecho de compartir y defender desde mi más temprana juventud ideas, sentimientos, actitudes e ideales colectivos, que, con absoluta seguridad, animaban a muchos de los castigados por el franquismo.
En particular, con los 500 afiliados de la CNT de Marín, la mayoría de ellos marineros u obreros de las industrias pesqueras y del puerto, que participaron en el Congreso de la CNT de julio de 1931, apenas dos meses después de instaurarse la II República. En aquél Congreso, los trabajadores y trabajadoras cenetistas de Marín acudieron representados por el carpintero José Villaverde Velo, quien será asesinado por el fascismo el 24 de septiembre de 1936, apareciendo su cadáver, acribillado y mutilado, en la zona de Arteixo.
A principios de 1936, la afiliación a la CNT en Marín ya sobrepasaba la cifra de 1000 trabajadores. También entonces participaron los marinenses en el Congreso de la CNT celebrado el 1º de Mayo de ese fatídico año en Zaragoza. Fue el Congreso que dictaminó el concepto confederal de Comunismo Libertario, esto es, el diseño de la organización social, política y económica que eliminaría las dos fuentes principales del sufrimiento humano: la hegemonía del Estado y del Capital. Los anarcosindicalistas de Marín votaron a favor del dictamen y acudieron al Congreso representados, entre otros, por el militante de la Federación Anarquista Ibérica y de la CNT y marinero morricense, Manuel Cancelas Corrales, quien cinco meses después, el día tres de septiembre de 1936 fue sacado de su casa por falangistas armados y ya nunca se supo más de él. La memoria popular asegura que fue asesinado, al igual que su hermano Eugenio Cancelas, en diciembre de ese mismo año y su cadáver arrojado al mar de Vigo, frente al promontorio de la Guía.
Con frecuencia se alude en España a la Memoria Histórica, como el digno esfuerzo de muchas personas en colaborar, investigar, descubrir, denunciar y difundir la historia real de decenas de miles de personas que, como estos que estamos contando vinculados a Marín, fueron asesinados por sus ideas tras el levantamiento militar en 1936 o que tuvieron que padecer persecución, cárcel o cualquier otro tipo de represión durante la larga dictadura que siguió a la victoria fascista. En la base de este loable esfuerzo está el ominoso silencio que se impuso sobre aquellos terribles hechos, pero sobre todo, el desprecio a las víctimas, que se prolongó por más de 40 años y que dura hasta hoy, ya no por el imperio de la amenaza y la cárcel, sino por el más eficaz de la persuasión indigna y la corrupción moral vigentes, o bien, por la incapacidad de una generación, la mía, de no saber estar a la altura de las circunstancias.
Ya en la antigà¼edad, bajo Roma, el poder imperial había decretado incluir en ciertas condenas judiciales la llamada Damnatio memoriae, que buscaba destruir cualquier clase de vestigio o recuerdo de los enemigos del estado, incluyendo la prohibición de citar su nombre. Susurrar, por ejemplo, el nombre de Espartaco, el esclavo que dijo ¡NO! y le siguieron decenas de miles hasta la muerte, o recordar su aventura podía significar para el osado morir, ver arrasada su casa y arrancados los árboles de su heredad. Nombrar al rebelde, ponerle rostro y figura, narrar su aventura, relatar su entrega a la causa que muchos podían considerar justa, era tratado por el Poder y el Estado Imperial como un acto subversivo de la peor especie.
Esto mismo buscaba la Dictadura franquista al vigilar estrechamente a quienes pudiesen recordar los atroces modos de su victoria. Desde muy pronto del Triunfo fascista todo fue en el país silencio y oscuridad vertidos durante décadas. En las escuelas, en las familias, en las bibliotecas, en los periódicos, en los actos públicos, en las radios … en todos estos lugares el relato infame del poder triunfante era omnipresente, tanto como el silencio, el insulto, el desprecio, la ignorancia o la desmemoria impuestas a sus víctimas.
Y cuando la dictadura estaba a punto de acabar, por muerte del tirano, no éramos pocos los que confiábamos en que se acabaría la pesadilla y que al fin podríamos decir a un nuevo aire libre y en voz alta lo que durante tanto tiempo habíamos apenas susurrado. Pero algo se cruzó mal en el camino de la esperanza. A mi juicio, el debate que se produjo en los años 70 sobre "Si Reforma o Ruptura", es decir de si podríamos los españoles poner fin al franquismo a través de la Reforma pactada de las instituciones que lo representaban o, por el contrario, mediante la Ruptura, la exigencia de responsabilidades y el desmantelamiento de esas mismas instituciones sustituyéndolas por otras nuevas, acordes a la justicia y la libertad demandadas. Todos sabéis cual de estas dos tesis fue la mayoritaria entre las fuerzas políticas hegemónicas, tanto de derechas como de izquierdas.
Han pasado desde aquella decisión más de treinta años y más de 70 desde que ocurrieron los sucesos que hoy recordamos, en un nuevo, reiterado y tenaz intento por hacer luz y afrontar las verdades necesaria. 76 años desde aquél triste 31 de diciembre de 1936 en el que fueron fusilados en Pontevedra, al pie de la finca de A Caeira, los seis militantes cuyos nombres están grabados en este placa.
Sin embargo, a mi entender, la herida de su muerte, como la de tantos otros cuyo nombres ignoramos pero con los que es seguro compartiríamos ideales y voluntades sociales, no ha cicatrizado todavía. No es Historia. No es todavía, ni fue nunca, un pasado. Pues el ejemplo vivo de su lucha, de su dignidad ha de continuar vertebrando nuestra acción. La acción que dice ¡NO! al poderoso y cruel régimen que ahora mismo rige el mundo, el mismo ¡NO! que ellos pronunciaron y les costó a unos la vida y a otros la cárcel, la persecución o la humillación.
Poniendo como testigo mi propia biografía puedo asegurar que no encontré la amarga verdad sobre qué atroces cimientos mantenían en pié la brutal dictadura, mirando hacia atrás, hacia el pasado. Muy al contrario, eso ocurrió cuando alcé la cabeza frente al doloroso presente de mi juventud. Fue al mirar hacia delante, hacia el lugar de la esperanza, cuando yo mismo y otros muchos como yo mismo, fuimos descubriendo la estatura gigantesca de quienes habiendo sido vencidos mantenían intacto todavía el poder de que sus inquietudes, coraje y dignidad alimentasen nuestra propia furia.
En 1980 la CNT, organización en la que yo militaba por entonces, había organizado un acto en Moaña en recuerdo del compañero José Piñeiro "O Cego Vidal", quien fuera fundador del Centro de Estudios sociales y Juventud Moderna Berducedo de Moaña y organizador de las Juventudes Libertarias en aquél lugar. Están por escrito, publicadas en el semanario anarquista pontevedrés La Campana, las palabras que en aquella ocasión se pronunciaron.
Nada más conocer el alzamiento militar, José Piñeiro se dio cuenta del enorme peligro que corrían todos los miembros y socios del Centro de Estudios Sociales si los libros con las listas de sus integrantes caían en manos de los golpistas. Corrió entonces a cogerlos y esconderlos en lugar seguro. "A consecuencia de las torturas y palizas pierde totalmente la visión, lo que probablemente le salvó de una muerte segura y fue llevado prisionero a San Simón. Nuevamente en el pueblo, ciego totalmente, y junto a su compañera Peregrina, paralítica, no tiene más remedio que volver a trabajar para poder subsistir y alimentar a su familia. Su trabajo, será el mar y seguir impulsando las ideas libertarias".
Quien escribió estas palabras, era Jesús VeigaFervenza, recién llegado desde Chile, donde había permanecido exiliado desde que en 1936 pudo huir y, con ello, salvar la vida. Jesús Veiga, aunque natural de Moaña y conocido militante de la CNT moañesa pese a su juventud, fue elegido por los marineros de Marín para la reorganización del importante Sindicato de la Industria Pesquera de esta ciudad, pues todos pasaban grandes dificultades debido a los numerosos conflictos mantenidos contra la patronal durante el bienio negro de la República. Se trasladó entonces Veiga a Marín, donde le sorprendió el alzamiento militar.
Tras el homenaje a José Piñeiro, varios marineros y algunos militantes de la CNT, entre los que me encontraba, se situaron en torno a Veiga para rememorar aquellos tiempos terribles. Uno de ellos, creo recordar que fue el Sr. Chapela, recordó el lema que habían grabado en la fachada del local del sindicato "Fraternidad Marinera" en A Seara: "Más vale morir para ser libre que vivir para ser esclavo". Fue entonces, cuando Veiga acertó a responder dándonos a todos una lección que ya nunca jamás olvidé:
"Esa frase lo que significaba era que no se trata de morir, sino de luchar. Si por ello te matan, es tu destino. Pero nadie debe querer o buscar la muerte, ni para sí ni para nadie. Nuestra patria es la humanidad entera. Allí donde un solo hombre o mujer sufra injusticia y explotación, sea el lugar del mundo que sea, allí está nuestra patria. Yo la encontré, al nacer, en este mar gallego. Y la volví a encontrar en el exilio en el mar de Chile".
No volví a ver a Jesús Veiga. Alguien me dijo que había regresado a Chile y, pasados algunos años, falleció en su segundo hogar.
Esta es la lección que yo, modestamente, aprendí y es la que quisiera transmitir a ustedes, en este espacio marinense de la Memoria Histórica, ante este monolito.
Debemos ignorar y desobedecer los decretos imperiales y nombrar a todos los Espartaco, a todos los Albino Agraso, Blanco Solla, Amando Iglesias, Demetrio Lorenzo, Santiago Ramos, Bernardino de la Torre.
Ellos fueron crucificados, fusilados, torturados por amar el bien y la libertad y desearlos para todos. Pues no ignoraban, como tampoco lo ignoramos ahora, que mientras haya un solo hombre, un solo pueblo esclavo, nadie podrá ser libre. Y mientras un solo ser humano sea oprimido, nadie, ni uno solo podrá decir que vive en equidad y justicia.
Por estas razones estamos en la obligación de intentar que los nombres y personalidad de todos ellos y tantos otros en toda la geografía gallega y española, iluminen el recuerdo colectivo y popular, pero no como un pasado al que dar carpetazo, no como Historia, ni siquiera como Memoria, sino como evocación volcada hacia el presente. Para que sus más bellas ideas y el ejemplo dignificador de su conducta ante la barbarie y el delirio homicida del franquismo, se incorporen a nuestra propia vida y la fertilicen, pues somos todavía discípulos de una doble enseñanza imprescindible de la que nos están haciendo entrega ahora mismo: no sólo la de haber encarado honrosamente la muerte y el sufrimiento que les otorgaban en represalia por sus ideales de justicia y libertad, sino también la de la acción cotidiana que desplegaron durante su vida en post de esos ideales.
Ahora nos toca a nosotros, a las generaciones actuales, tratar de poner fin a los males y servidumbres del presente, que son muchas y no menos indignantes que aquellas otras que nuestros amigos combatieron. Para eso estamos hoy aquí. Para eso evocamos sus nombres y su lucha. Para eso este monumento, por eso este acto. Gracias.

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