El domingo, día 19, a las 17 horas, tuvo lugar, en la Avenida de Navarra, de A Coruña, la inauguración del monumento memorial en recuerdo de las vícimas del franquismo de la comarca coruñesa. A pesar del desapacible tiempo, más de 300 personas se reunieron alrededor del conjunto escultórico que recoge los nombres de las 600 personas asesinadas por los franquistas de las que hay constancia cierta.

Comenzó el acto con una presentación a cargo de Manuel Monge, portavoz de la «Comisión para a Recuperación da Memoria Histórica da Coruña», interviniendo, a continuación, el alcalde de A Coruña y una representación de familiares de las víctimas. Entre el público había numerosas personas exhibiendo fotografías de los asesinados.

El momento más emotivo fue cuando un grupo de personas fue leyendo, en voz alta y, en algunos casos, rota, los nombres de los homenajeados. Durante varias pausas en la lectura, un grupo musical interpretó «El himno de Riego», «La internacional» y «A las barricadas» entre la emoción de los asistentes. Rematada la lectura, se leyó el poema inscrito en el monolito y finalmente, se interpretó, sin entusiasmo, el Himno Gallego.

Notas negativas

Hay que señalar el lamentable discurso del alcalde coruñés, Javier Losada, que no cesó de repetir hasta el aburrimiento las bondades de la Ley de la Memoria Histórica y que gracias a esta ley era posible el monumento, entre otras consideraciones discutibles. Sólo la educación y aguante de la concurrencia explica que pudiera finalizar su soporífera perorata de autobombo.

También es necesario recordar la actuación de alguno de los que participaron en la lectura y faltaron al respeto a la memoria de las víctimas y de sus familias, como uno que se empeñó en galleguizar nombres y apellidos y otro que se le dio por cantar a viva voz el currículo de Secretario de la UGT coruñesa de uno de los asesinados, como si esta circunstancia lo hiciese de mayores merecimientos que los demás.

Nota final

El acto fue, en líneas generales, correcto y respetuoso con la memoria. ¡Qué menos que gritar, en voz alta, los nombres y apellidos de los represaliados! ¡Qué menos que su nombre esté expuesto públicamente en su recuerdo y en el de sus ideas!

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